
La vida, un océano de almas, lleva lágrimas como emblemas—lecciones aprendidas del paraíso perdido. Señales dulces se ocultan en sombras, luchando por el contento. Los sonidos se superponen, dependientes de la renovación de la primavera. En medio de la noche, las acciones se vuelven frías e indiferentes. En el templo, estamos demasiado cansados para absorber las lecciones. La devoción nos ciega, incluso mientras el movimiento nos energiza, definiendo nuestras cicatrices. Los pecados, frágiles pero visibles, permanecen a plena vista. El hogar cambia, sus superficies de vidrio reflejan un baile caótico. Un trono se incendia bajo la mirada atenta de la tormenta. Un pájaro lúcido sigue la luz del sol, buscando escapar del abrazo de la caída.
Leave a reply to goelzmargareta Cancel reply