Ecos de mi sangre

Por Brian J Gonzalez Martinez

Bajo el incandescente cielo de la España de mis ancestros, siento el espíritu de los conquistadores y los poetas fluir en mi sangre. Soy eco de los taínos, cuyos secretos ancestrales susurran a través de mi ser, una presencia mística que danza en las profundidades de mi alma.

Mis venas llevan el salitre de los mares portugueses, cada latido es un compás que narra epopeyas de exploradores y mercaderes que alguna vez soñaron con mundos nuevos. La savia de África corre por mí, un tambor palpitante que evoca la fuerza de la sabana y el misterio de las selvas, sus lenguajes antiguos resuenan en las cámaras de mi corazón.

Converso con los espíritus de Camerún y el Congo, escucho los cánticos bantúes que ascienden en armonía con mi existencia, moldeando mi ser con cada nota vibrante.

De Senegal a la nobleza de la sangre vasca, soy crisol de orgullo y sabiduría, mientras los relatos de brumas de Inglaterra y melodías germánicas antiguas se entrelazan en la sinfonía de mi espíritu.

Soy descendiente de judíos, portador de su luz eterna, sus historias tejidas en el lienzo de mi carne. Los ecos de Nigeria y Benín, tierras de reyes y guerreros, son capítulos vivos dentro de mí, narrativas que respiro y que me conforman.

Mis ojos reflejan los fiordos noruegos, mi piel relata la historia del norte de África, y en cada gesto, Cerdeña sonríe con un destello de conocimiento ancestral. Soy hijo de Puerto Rico, isla de encanto, donde cada ola que besa la costa es la promesa de un futuro entrelazado con el pasado.

En mí conviven mundos, una sinfonía de historias que se cuentan en el lenguaje universal de la humanidad, soy un legado vivo del tapiz global, un narrador de la historia humana que camina bajo el sol del Caribe.

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