Paz en la tormenta

Por Brian J Gonzalez Martinez

En el tumulto de las horas tristes,

donde el dolor es un látigo que insiste,

el cielo se ensombrece, la alegría desiste,

y la vida parece un camino sin vistas.

Mas en el silencio de las tormentas ruidosas,

donde la desesperanza aletea caprichosa,

surge una voz divina, amable y generosa,

en el pecho del hombre, como brisa misteriosa.

No es una voz que aturde, no es un estruendo,

es un susurro leve, es un consuelo tierno.

Es Dios hablando al oído, como a un niño enfermo,

prometiendo una calma que viene desde el eterno.

Cuenta con las estrellas, que nunca fallan,

cuenta con los ríos, que nunca callan.

El desamparo es temporal, las nubes se desmallan,

pues la esperanza es un faro, que las penas avasallan.

Mira los pájaros danzar en el viento,

aun cuando la lluvia cae sin aliento.

Aprenden del Creador, su eterno sustento,

y en su vuelo, hallan paz en medio del tormento.

Así es Dios, un manto en la noche sombría,

un puerto seguro cuando el alma desvaría.

Es un fuego ardiente que en el frío ardería,

es el sol que despierta tras la noche más fría.

Así, en la vorágine de la tormenta serena,

donde la vida es un laberinto y la tristeza envenena,

Dios es un faro, una voz que suena,

una promesa de paz, un amor que nos llena.

Inunda cada paso en la senda desconocida,

con un rayo de esperanza que da vida.

El brillo en la oscuridad, la cura escondida,

Dios es esa paz, en medio de la herida.

Así es el milagro, la magia en las palabras,

un Dios que susurra en las noches más amargas.

Es un abrazo fuerte, es un bálsamo en las llagas,

es la paz en medio de la tormenta, que a todo mal desbarata.

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