
El tiempo es efímero, como un suspiro en el viento,
una brisa que nos acaricia sin detenerse un momento.
Y es que la vida es un río que fluye sin cesar,
llevándose consigo todo lo que hemos de recordar.
No hay manera de detenerlo, ni de hacerlo retroceder,
y aunque a veces quisiéramos, no podemos hacer nada por él.
Es así como el tiempo se escapa de nuestras manos,
y aunque luchemos con fuerza, se nos va como los años.
Pero no hay que desesperar, ni tampoco lamentarse,
pues en cada instante hay una oportunidad de amarse.
De amar a la vida, a las personas, a todo lo que hay en ella,
y así, aunque se nos escape el tiempo, viviremos en la huella.
Una huella de recuerdos, de momentos y de risas,
de lágrimas, de tristezas, de victorias y de luchas.
Y es que el tiempo, aunque efímero, es lo que nos da la vida,
y por eso hay que vivirlo, disfrutarlo, sentirlo con medida.
Hay que vivir la vida como si fuese un gran rito.
Y aunque el tiempo se nos escape sin poderlo detener,
viviremos para siempre en los recuerdos que dejemos al correr.
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