
Fue en un tiempo incierto,
donde la naturaleza era el escenario,
cuando la abeja y la avispa y en una apuesta
se retaron, por el corazón de una flor.
Dos insectos audaces,
lucharon con tesón y valentía,
por el amor de esa flor única y esencial,
que los cautivó con su belleza y poesía.
La abeja, astuta y mañosa,
jugó su carta con habilidad y astucia,
y así, con una jugada valiente,
ganó el corazón de la flor con su sutileza.
Así, con un acto de fuego y pasión,
la abeja dejó su polen en el centro,
y en el seno de la flor,
creció el fruto de un amor intenso.
Así, como el fruto de una flor que brota,
honro la memoria de aquellos que me engendraron,
y en el vuelo de la abeja y la avispa audaz,
veo una lección de un fuego que nunca se apaga.
Leave a comment