
El peso de la ausencia, insólita sensación,
me acompaña en este viaje lejos de mi amor,
en este sendero sin fin que atraviesa la distancia
y que me aleja cada vez más de su presencia.
Melancolía que se adueña de mi ser,
que se anida en mi corazón y me consume,
que me hace añorar cada instante vivido a su lado,
cada beso, cada caricia, cada palabra pronunciada.
Siento su ausencia como un agujero en mi pecho,
una herida que sangra sin cesar,
un vacío que solo ella puede llenar,
y que me hace desear estar a su lado, sin demorar.
A veces, en mi mente, resuena su risa,
el eco de su voz y su cálido abrazo,
y el corazón se me acelera, como si aún estuviera
en sus brazos, como si aún estuviera en su regazo.
Pero la realidad es cruel y me aleja de ella,
me separa de su cuerpo y de su ser,
y me hace soportar este dolor de lejanía
que me aqueja y me hace sufrir sin tregua ni piedad.
Y así, como un náufrago en la inmensidad del mar,
voy buscando una señal que me indique el camino de regreso,
el camino que me lleve de vuelta a su lado,
y que me permita, por fin, amarla sin medida ni pesar.
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