El despertar de la belleza inusual

Por Brian J Gonzalez

Enredado en los pliegues de tu figura me encuentro, como un barco a la deriva en un mar embravecido. Enloqueciendo por tus curvas espontáneas, que parecen moverse al ritmo de una música que solo tú puedes oír. Pienso en tu belleza radiante, que se esconde como un tesoro detrás de donde el mar y el cielo se unen, y me pregunto cómo es posible que la naturaleza haya creado algo tan perfecto.

Pero aunque eres hermosa como un atardecer que se desvanece en el horizonte, me parece que presumes un poco tu belleza. Es raro encontrar una belleza tan inusual como la tuya, tan única y especial que ni tú misma te das cuenta de lo hermosa que eres. Es como si el día no supiera que amanece, o como si a las flores se les olvidara florecer en las mañanas.

Aunque siento muchas ganas de acercarme a ti, de sentir el calor de tu cintura donde se estremece mi cordura al posarme en tu vientre, sé que no puedo pretender que al conocerte toda la belleza superficial se convierta en el ingrediente original que Dios mismo utilizó al crear el mundo. Eres algo más profundo, más complejo, más misterioso.

Tenerte a diario es como vivir en un sueño, como respirar el primer aire al abrir los ojos cuando me despierto en la mañana. Eres un arte de verdad, una escultura griega, el renacimiento del pensar de un hombre que ha perdido el rumbo en la vida. Las montañas se estremecen y se postran ante el viento, impotentes contra el tiempo que revela su figura. Las estrellas están mudas y su brillo se opaca, comparado con tus ojos que ni el sol ya los iguala. En ti se encuentran los detalles perdidos en el tiempo, la belleza inusual que solo aparece una vez en la vida, como un rayo de luz que ilumina el universo por un instante fugaz.


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