Crónicas de un mundo desconcertante

Homenaje a Gabriel García Márquez

Por Brian Gonzalez

El cielo siempre es azul, como el color de los ojos de Remedios la Bella, y las estrellas brillan sin fin, como las joyas que adornaban su cabello. Los árboles siempre verdes, como la selva que rodeaba Macondo, y el aire nunca expira, como el aliento de un Dios todopoderoso.

La luna siempre presente, como una compañera fiel en las noches más oscuras, y el mar siempre está vivo, con su constante vaivén que parece una canción. Lagunas llenas de peces, como una ofrenda de la naturaleza, y gritar no está prohibido, como un derecho de los hombres y mujeres libres.

Así es nuestro mundo, trabajando y trabajando, con humo profundo que se eleva como una letanía de penas y anhelos. Somos como una gigante batería, como la que impulsaba el reloj del coronel Aureliano Buendía, una bola de hamsters creando crías, sin saber a dónde nos lleva el camino.

Jugamos con nuestra genética de vez en cuando, como si fuéramos alquimistas modernos, en busca de la fórmula secreta de la vida eterna. Firmamos los contratos sin leer, entregamos nuestra alma a cualquiera, como si fuera un peaje necesario para subsistir.

Somos blanco y negro como zebras, sin encontrar el tono intermedio que nos una como hermanos. Andamos en una jungla en el Amazonas, destruyendo a nuestro paso miles de personas, sin detenernos a contemplar el dolor y la tristeza que dejamos en nuestro camino.

Pero hay tantos enfocados con la cara abajo, sin saber y sin informarse de lo que está pasando, solo tienes que mirar más, lo que ves es tu realidad y la están destruyendo, lo que ves es tu realidad y la están escupiendo.

Nuestra tecnología es más avanzada de lo que sabemos, como si fuera un invento de Melquíades traído del futuro. Artillería pesada que escondemos, como si fuera un secreto de estado. La tele mentiras nos embrutece, como una maldición que no podemos evitar.

Cabeza de hormiga desparece, como si fuéramos invisibles a los ojos del mundo. Nadie piensa por sí mismo, desde que nacen un celular le dan al niño para que descubra por sí mismo, lo que estás muy ocupado para enseñar porque tus ojos están pegados a tu celular, y los momentos están pasando, y no es natural.

La tradición y la cultura, las canciones de tortura que invaden nuestro subconsciente, acciones de locura de un futuro preexistente. Somos como sistemas de circuito, unos grandes, otros más chiquitos, somos simples letras de un abecedario infinito, somos las ideas que pensamos, somos tan reales como el piso que pisamos.

Somos la radioactividad selectiva, como si fuéramos un virus letal que nos devora por dentro, somos las ideas compulsivas, que nos llevan por caminos sin salida. Somos el hambre cuando nos quedamos sin comida, como un fantasma que siempre nos acecha. Somos como pilotos suicidas, kamikaze, sin medir las consecuencias.


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